lunes, 24 de octubre de 2022

Por la plaza del Cañón


Los pájaros buscan
nuevas referencias
ahora que volaron
la calesita, la pérgola
y el lugar donde nos vimos
esa vez que fue la última
y yo no lo sabía
–y vos no sé–.
El colectivo sigue
cambiando de colores
y su metamorfosis me asegura
la ubicación temporal.
Nubes preñadas de lluvia
apuran la noche,
sobre la otra plaza
avanza la villa, ahora
tengo que llegar a la ruta
antes que la tormenta,
antes de acordarme
que de nuevo viajé
para ver a nadie.

1 comentario:

  1. La abogada militante que lee el comentario que dejé en su blog (favorable, porque me gustaron algunos de sus poemas) y, antes o después de pasar por el mío -las estadísticas me dicen que pasó-, decide no publicarlo.
    El croto que tiene la dirección de mail en su blog y no responde cuando le escribo diciéndole "Fulano me recomendó tu nombre para hacer clínica de obra". Y que, cuatro meses después, manda un mail dirigido a múltiples destinatarios avisando de su taller -pero no clínica-, en el cual practica la discriminación por edad y deja explícitamente afuera a los mayores de 35 años (pero, ojo, que es muy inclusivo y dice: "Nadie con ganas de hacer el taller puede quedar afuera por una cuestión de plata". Por plata no, por edad sí).
    La que sigue a 1522 y es seguida por 1525, con la cual tenemos seguidores y seguidos en común, a la cual sigo desde hace tiempo, y que -lo descubro cuando miro su feed porque vi un anuncio de sus talleres y clínicas- no me sigue.
    La que sigue a 2225 y es seguida por 2232, con la cual... etcétera, a la que le dejo un comentario, el cual likea. Pero no me sigue, ni antes ni después del like.
    La psicóloga y escritora que vive de ejercer su profesión y su oficio, y da talleres y clínicas y publica libros, y postea un meme que dice que trabajar le seca el alma. Me alegra no haberte secado el alma haciendo clínica con vos. Igual, mucho interés no demostraste: ni siquiera respondiste lo que te pregunté.
    La abogada y escritora premiada que decide no publicarme en su blog porque no uso mi nombre del documento. Como abogada, debería saber que eso se encuadra dentro del delito de discriminación (ley 23592, art 1°).
    La ignota que se gana un lugar en mi consideración a fuerza de publicar avisos en Face, y que, cuando quiero seguirla en Insta y le mando solicitud, porque lo tiene privado, me rechaza.
    La emprendedora que te llena de spam con avisos de sus talleres y actividades, aun después de cortar el diálogo con cuatro palabras solas ("un gusto conocerte, chau") cuando, ante su insistencia, le ratificás que no le vas a pagar por más de las cinco devoluciones que ya le pagaste.
    Todas las forras -media docena- que me rechazaron la solicitud en IG.
    El escritor premiado y subsidiado, puto resentido del interior del interior, que se regodea en maltratar atrás de un teclado a quienes hacen talleres y clínicas con él, a los cuales les cobra carísimo para comparar lo que escriben con listas de supermercado, con basura o con la nada misma, para comparar a los participantes con insectos u otros animales y para terminar victimizándose.
    Los de la cuenta de IG que piden que les manden textos para publicar y, cuando les escribís para preguntar cómo es la mano, contestan copiando y pegando una respuesta preparada donde dicen que si no les gusta lo que les mandaste no te van a avisar, que sólo avisan si les gustó. Parece que es mucho laburo escribir una respuesta negativa para copiar y pegar, parece que si uno no está a la altura literaria de ellos no merece ni una palabra.
    Los de la editorial que piden que les manden textos para un fanzine, y cuando les escribís para preguntar qué onda, te responden, pero cuando les mandás el texto, ni un acuse de recibo.
    El de la editorial que hace una convocatoria y escribe en su Face que quienes responden a su convocatoria están desesperados por publicar.
    Las (dos) maleducadas a las que les escribí por sus avisos, que sin avisar abortaron o interrumpieron la comunicación cuando les dije que todo bien con la clínica de obra, que de hecho me interesa, pero que la experiencia me había mostrado que uno te dice una cosa y otro te dice otra, y que por eso mejor tomar con pinzas la opinión profesional. Especialmente, la que primero respondió con un mail genérico, copiando y pegando, sin importar lo que cada uno le preguntaba. Y que me habló desde un pedestal difícil de referir brevemente cuando dejó de lado el copy&paste.

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