viernes, 12 de octubre de 2018

Tres Sugus de colores cálidos

Somos las ovejas que cuentan
los de seguridad en las torres de Goyena
para comprobar que no se quedaron dormidos.
Nosotros
no necesitamos contar para reírnos
de que superan en número 
los vigiladores a los vigilados.

Todos los bares están cerrados y el aire
en pausa de la madrugada,
todavía caliente,
eleva nuestras voces
en la caja de resonancia que construyen
los edificios de Cachimayo.

Parecemos adolescentes, dijo
cuando nos sentamos en un umbral para compartir
un torpedo de naranja y mitigar
la hipoglucemia.

Las bocas, más sedientas
de palabras que de besos,
recorrían problemas metabólicos,
psiquiátricos, neurológicos.
En eso,
le cayó la ficha de cómo podía darme algo más
y googleó el prospecto del remedio
que le hace bien.

Después sacó de la cartera
el vuelto de algún chino,
tres Sugus de colores cálidos,
y me los dio para que tenga
con qué mantener la glucemia en condiciones
durante el regreso.

Atajamos un taxi a puro reflejo.
El beso y las palabras salieron torpes
en la despedida precipitada,
pero supimos mantener las formas:
ninguno insinuó la posibilidad
de un nuevo encuentro,
yo tampoco le dije que me había puesto
mi remera favorita,
esa que usé una sola vez en cinco años,
para ir a verla.

2 comentarios:

  1. Podría titularse "Mi remera favorita (esa que usé una sola vez en cinco años)", pero es grandioso el detalle en el que se ha fijado toda la historia.
    Como los dos centavos de Kent Brockman, o Menta y Limón de Narvaja (evidentemente no se me ocurre un ejemplo mejor a la pasada).
    Grandioso

    Abrazo

    ResponderEliminar
  2. What a comment!!!
    Con un par más por post satisfago mi producción quincenal de dopamina.
    Con un par más de frases como esas dos que señalás, también. (Y con las que las vertebren y les den forma, claro).
    Gracias!

    ResponderEliminar