sábado, 17 de junio de 2017

El sonido de estar acompañado

Es la calle, de noche, y dejo
de alimentar el motor del diálogo.
Quiero concentrarme en el silencio
perfecto de la madrugada,
donde se integra,
paso a paso,
el rítmico toc toc toc de tus tacos.

Mucho no te va, parece,
porque rápidamente preguntás
"¿qué te pasa?".
Como un sordomudo vocacional,
como un telépata falto de confianza,
con un gesto y un par de ademanes trato
de decirte que escuches
la vibración distinta del aire,
el sonido de estar acompañado no son las palabras.


Te agarro la mano, cierro los ojos y los próximos
pasos los doy a ciegas, caminando despacio
para estirar el momento.

El toc toc toc se hace más fuerte,
hasta que me despierta
y me doy cuenta
de que un pájaro
picotea con fuerza el toldo del patio.


Es mi cama, de noche, y desenchufo
el generador de intentos.
El sonido de estar acompañado es mi voz
diciéndome en voz alta lo que nadie
me dice.

En el reverso de esas palabras lo no dicho

forma una sombra que revela
su condición necesaria:
vos estabas trabajando cada vez que
nos vimos, y la empatía profesional muere,
por definición, en la puerta del laburo.
Nada de esto sucederá.


Amortigua la alfombra de los runners
el sonido de tus tacos,
falta muy poco para llegar.
Entonces saco
a colación al famoso narcotraficante mexicano,
y tu cara va
de la sorpresa a la risa
cuando lo nombro
por su apodo 
para preguntarte si
te chapo o no te chapo.

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