La china del chino de al lado juega
a correr carreras hasta la esquina
con su nene chiquito.
En una de esas doblan y se van
minimizando en el punto de fuga.
Si les dura la cuerda del entusiasmo,
en la siguiente ochava podrán asomarse
a las antípodas de su mundo actual,
pequeño y cuadrado como una manzana.
Quizá esta vez u otra se animen
a circunvalarlo.
Finalmente reaparecerá la boca
de luz blanquísima que ilumina lo conocido
y anticipará de lejos el final de la aventura.
Cuando en un rato brille por su ausencia
en la vereda y se asienten las emociones
del otro lado de la persiana,
el pibito made in China habrá sumado
nuevas palabras mandarinas
–las que significan bicisenda, parrilla, gente
que corre en la plaza, señora que alimenta
a los gatos de la cuadra–
y una experiencia sensorial más rica
que la de haber cruzado medio mundo,
doce o quince horas, desde las antípodas posta,
que la del viaje similar que hará
cuando crezca y lo manden
de nuevo para allá.
Nunca sé cómo ni dónde cortar con enter.
Entonces los corto como
Massey corta el perejil.
viernes, 23 de agosto de 2024
Todos los nenes chinos son chiquitos
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