Miguel paraba con La Doce
y traía las marcas del Rohypnol.
Estuvo un tiempo en cana y después se mudó.
A veces lo encontraba sentado
en el umbral contiguo,
mirando la que había sido su casa,
y trataba de evitarlo.
Flavio se enfiestó con dos minas,
pero ese sábado estaba por subirse al bondi
y un auto se jugó a pasar
entre el 53 y el cordón de la vereda.
Lo tiró media cuadra más allá
y los vecinos se enteraron
cuando sus amigos vinieron corriendo
para decírselo al portero eléctrico.
A la chica de la otra cuadra no la conocí:
era hija de una amiga de mi abuela
y mi vieja dice que “andaba en la droga”.
Roxana se ofendió cuando a mis catorce
*me enamoré* de ella.
Me dijo de todo, menos chau,
y no vino nunca más. Nunca más
pude decir eso.
Pero acá sólo corresponde referir
su último ataque de asma.
La conversación errante de un 24 a la noche
los trajo de vuelta
y cuando una de las anfitrionas dijo
“están todos muertos”,
me sentí en un texto de Fabián Casas.
Después hablamos
de la chica del sexto, del domingo
que salió corriendo al palier
con la cara llena de dedos
impregnados de su sangre,
dedos de su padre
como pinturas rupestres en la mejilla.
Terminó refugiada en un departamento vecino.
Terminó llorando en un patio desconocido.
Encontrar algo afín en ese ámbito improbable,
donde siempre repetimos
lo que decimos y lo que callamos,
me hizo llevar de la memoria a la lengua
lo del Liquid Paper del Proceso, las Malvinas y el sida.
El entusiasmo y una falencia
en el registro de mi envergadura
hicieron volar un vaso de Sprite
ya caliente hasta su destino final.
En cuclillas, seco
el lago inesperado del parquet.
La servilleta roja me deja
su color en la yema de los dedos.
Las risas burlonas, casi histéricas,
me dejan ese color en la cara
y mutan en repetidos “¡no te cortes!”
que, sin embargo, parecen desear la herida.
No me van a invitar más y voy a ser
otro nombre en la lista del pasado.
Vidas rotas, también, las nuestras,
pero, precaución o suerte,
sin sangre.
Nunca sé cómo ni dónde cortar con enter.
Entonces los corto como
Massey corta el perejil.
domingo, 24 de noviembre de 2024
Precaución o suerte
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Sin llaves y a oscuras
ResponderEliminarEra uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.
Entonces salí al pasillo a tirar la basura
y detrás de mí, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro,
la basura en la mano.
POEMA DE FABIAN CASAS
AGUANTE FABIAN CASAS Y AGUANTE OLGA OUTSIDE
ResponderEliminarMe estás poniendo muy arriba. Gracias.
ResponderEliminarCreo que me voy a hacer una remera con este comentario.
Gracias de nuevo.
Deben haber transcurrido no menos de cuatro años sin pasar por acá. El azar me empujó y está bien: sigue siendo un buen lugar. Las tres últimas entradas no me dejarían mentir. Soy un anónimo porque todo lo he borrado: blogs y las cuentas de correo electrónico relacionadas. Así que ni siquiera puedo enviar mensaje por una vía más discreta que esta. La estación Coghlan vuelve a quedar cerca, vaya a saberse hasta cuándo. Continúo poniéndome al día. Un abrazo y gracias por la insistencia.
ResponderEliminarQué sorpresa!! Una alegría saber que no te dejaste comer por los lobos de la pianura padana.
EliminarLa insistencia es una forma (casi la única que se me ocurre) de subsistencia.
Que estés lo mejor posible... Un saludo muy grande.