miércoles, 1 de abril de 2020

Tu remera marrón de Massacre



Esperábamos el bondi en el medio
de la ola de calor.
Recién salidos

del horno de Niceto
el aire oponía una resistencia

espesa que vencíamos
con la pesadez de un rompehielos.
Demoramos el tiempo
de ponernos las remeras,
que habías guardado en tu mochila.
Quedaron ahí, indefinidas,
molestando en nuestras manos,
hasta que me puse la tuya y accedí
de la única forma posible
a la vibración de tu pecho,
conservada en la trama
de tu remera marrón de Massacre.
A dos semáforos de distancia
el colectivo anunció el final
del momento Cenicienta:
nos pusimos las remeras correctas,
bajamos donde Once
cambia de nombre y,
como estaba previsto,
cada uno se fue a su casa. 
Unos días
después me escribiste
que había sido un error
ir a ver a Dancing
esa noche conmigo.