lunes, 1 de julio de 2019

Las Reebok mueren por la suela

reebok

A una hora
de viaje de mi casa,
repito el ritual de las zapas cuando mueren
y las dejo en un lugar
que se volvió significativo
alguna vez que lo caminé con ellas.
La saco de la bolsa y de otro tiempo
viene a mi tacto la textura conocida
de las Reebok celeste y gris que tenía puestas
aquella tarde de flamante orfandad en la que,
sin embargo,
lo importante era verte,
lo más importante era no olvidarme
de llevarte los incipientes
frutos cónicos que había
rescatado al pie del eucaliptus
de la plaza de Gaona.
Es decir, uno de los aromas gratos de mi niñez.
Y el pomo de Poxi en el bolsillo
por si la suela se despegaba de nuevo.
Casi como una ofrenda queda
junto a los restos del guardrail de troncos
donde nos sentamos esa vez,
la última que nos vimos.
Ahora debe de estar pudriéndose
en el basural de Catán,
menos podrida que el recuerdo
que, parece, tenés de mí.
Tu férreo silencio así lo indica.

3 comentarios:

  1. Bueno es que hayas roto el silencio con estas palabras, versos.
    Excelente sentencia que puede competir con aquella de "nike es la cultura".
    Jugué durante cuatro o cinco años al básquet con las mismas reebok. Unas negras de suelas blancas gigantes que me abrazaban el tobillo y un poco más, impidiendo esguinces (cuando uno es petiso no le queda otra que aprender a saltar y las consecuencias de las caídas pueden ser terribles). Claro que el usarlas sólo en parqué ayudó, pero el día que las tire murió un ayuda base con buena puntería y más ganas que estatura
    Abrazo

    ResponderEliminar
  2. El parqué desgasta menos que el asfalto o las veredas que transita mi encarnación runner. Pero, sobre todo, depende de la gama más que de la marca: hay algunas Adidas medio medio y otras que se la re bancan, y así con todas. Estas Reebok eran las más baratas.

    Bueno es que se rompa el silencio antes de que asfixie.

    Saludos a ese émulo de Chuzo González.

    ResponderEliminar
  3. Este era uno de los dos o tres poems que fue al libro y que, sin embargo, tenía algunas zonas que me resultaban ásperas, cosas que me habría gustado decir mejor; pero cuando llegó el deadline que me puse aquella vez no se me había ocurrido nada mejor, nada que desempatara las devoluciones opuestas que tenía: "Me sorprende este tono, es muy bello, qué cambio! Es como un río, fluye claramente, me lleva a un estado nostálgico muy hermoso" dijo una profesional, "las imágenes no son eficaces, es necesaria una reestructuración general del poema" dijo otro profesional.
    Pasaron los años y hace poco encontré la forma de re-asfaltar ese sector de modo que me resultara más amable.
    Y como la semana pasada se cumplieron diez años del suceso referido, lo dejo acá, por si me muero y alguien hace una revaloración póstuma de mi obra (?), bueno, la versión de este poema que elijo es esta.

    Las Reebok mueren por la suela

    A una hora
    de viaje de mi casa
    repito el ritual de las zapas cuando mueren
    y las dejo en un lugar
    donde hay parte de mi historia
    desde que lo caminé con ellas.
    Las saco de la bolsa y de otro tiempo
    viene a mi tacto la textura
    de las Reebok celeste y gris
    que tenía puestas
    aquella tarde de flamante orfandad
    en que lo importante era
    que habilitabas
    volver a vernos,
    lo más importante, no olvidarme
    los pequeños frutos
    que había rescatado al pie
    del eucaliptus de la plaza de Gaona
    para llevarte uno
    de los aromas gratos de mi infancia.
    Ni el pomo de Poxi
    por si la suela se despegaba de nuevo.
    Casi como una ofrenda quedan
    junto a los restos del guardrail de troncos
    donde nos sentamos esa vez,
    la última que nos vimos.
    Ahora deben de estar pudriéndose
    en el basural de Catán,
    menos podridas que el recuerdo
    que, parece, tenés de mí.
    Estos años de silencio así lo indican.

    ResponderEliminar