lunes, 1 de junio de 2020

Un mapa de jazmines


Tengo un mapa en la cabeza
con los jazmines que me encuentro por ahí.
Los que vi pasando Directorio
colgaban de una medianera
hasta la altura de mis ojos
una mañana de hace más de diez años,
y ahora pienso si no se habrán convertido
en edificio con amenities.
Los de la calle de la rima fácil duran más,
y a su vereda una tarde llevé a alguien
a oler jazmines.
Los de Villa Adelina, en la paralela a las vías,
se me anunciaron a dos o tres casas de distancia
en un bola de aire perfumado.
Los que en octubre y noviembre cubren
una pared de la plaza sin árboles
hacen que le desee un aumento
a la persona que propuso plantarlos.
Los de Ciudadela respiran

el gasoil de los colectivos
junto a la puerta de esa casa vieja
encajonada en una de las manzanas
que hay entre las vías,
Gaona y General Paz.
Los de cierta esquina

de la calle Estomba me permitieron
hablar de todos los jazmines con una persona
a la que veía por primera vez.
Puedo ubicarlos en el mapa y trazar una ruta
que me lleve a ellos;
puedo ir caminando ahora mismo sin perderme,
y, si es muy lejos, sé
qué tomarme para llegar.
Los únicos a los que no puedo acercarme
son los que había en el jardín
de casa en mi niñez.
Paso y paso las hojas
de la Filcar mental y no encuentro
la cuadrícula que intuyo ni la forma
de sus flores junto a los arbustos
que flanqueaban la escalerita de cemento,
donde mi memoria los ubica.
Yo diría que estaban ahí,
pero ni una foto quedó de eso.